Neska suspira y sale de esa puerta, aquella que no desea pisar nunca jamás. Con paso firme, y quizás un tanto agresivo, se despide de todo y se va. Ha sido un día largo y difícil y se deja llevar por una suave brisa que la lleva hasta el mar.
Una vez allí Neska se encuentra consigo misma. Piensa en la vida, en SU vida y todo lo que podría mejorar. Las olas del mar le recuerdan a esa vida, a veces sosegada y tranquila, otras llena de tempestad.
Se hace tarde, pasea por las calles de su ciudad temiendo haber desaparecido. De golpe le acecha la nostalgia y un giro inesperado cambia ese sentimiento.
- Perdona, no te he visto. Iba pensando en otra cosa.
- Tranquilo, me has salvado del precipicio.
El chico, sin saber que decir delante de aquella respuesta inesperada, hace un gesto con la mano y desaparece, en principio, para siempre.
"Menos mal - piensa Neska - Creo que debería ir a casa y descansar."
De camino hasta su casa no piensa en nada más que en aquel muchacho y su mirada; ¿Pensando en sus cosas?
Quizás él también pensaba que sería de su vida si no la viviese él.
Todos somos Neska.
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